Borau, un pueblo ganadero
Borau se encuentra en la parte más oriental del Parque Natural de los Valles Occidentales. Si recorres sus estrechas y pacientes carreteras, es la primera localidad que puedes cruzar en el camino. Y sin duda, hacerte a una idea de lo que te vas a encontrar por delante por estos valles verdes y salvajes. Borau también es un valle eminetemente ganadero, de gente abierta y amable. De familias que se ayudan y que comparten profesiones y experiencias.
El pasado fin de semana, tuve la suerte de acompañar a los hermanos Sarasa, de Casa Palacín, a uno de sus «quehaceres» diarios cuidando de su rebaño de vacas pardas y charolesas. Y me gustaría compartir esta jornada llena de aprendizaje , y alguno de esos momentos en forma de imagenes y video.
Espero que os guste, ahí va la crónica de la jornada:

El reloj suena a las cinco y media de la mañana, las primeras luces se intuyen y la orquesta de golondrinas comienza a recibir al nuevo día sobre el adoquinado pueblo de Borau. Estamos a mediados de Mayo de 2020, viviendo un momento realmente extraordinario en nuestro país, y lleno de incertidumbre para todos los que vivimos en el mundo rural.
También para ellos, los ganaderos, verdaderos protagonistas de estas montañas del Pirineo.
Bajo las escaleras y me dirijo hacia el “defender” de Mili, que sin salir de los valles de Borau le ha dado la vuelta al mundo , kilómetros y kilómetros de cuidado a su querido rebaño de vacas pardas y cherolé. Junto con Javier nos subimos al coche y la mezcla entre amanecer y conversación nos lleva por la sierra Angelé hasta el collado de Grosín, donde paramos a escuchar en silencio las “pistas” de los cencerros, que son el mejor sonido y preludio de lo que nos espera en este día.

Un pequeño grupo de seis vacas pardas se ha separado del «groso» que esperan en el Paco de Grosín: será por su juventud por sus ganas de explorar y de recorrer mundo . Como la vida misma. Mientras recorro tras los rápidos pasos de Javier el jóven pinar hoy prácticamente abandonado, el me cuenta como fué su infancia, me acerca los secretos de una vida no muy lejana que hoy se cubre de una vegetación espesa y llena de incertidumbre por los tiempos que corren. Tiempos que han cambiado mucho.
Poco a poco llegamos a orillas del Lubierre, que cruzamos a grandes zancadas para subir desde «pondarrón» hasta que sol nos da los verdaderos buenos días. Apenas son las 10 de la mañana y ya tenemos a todo el rebaño junto. Es hora de pasar por la sombra, volver al «campo base» que no es otro lugar que su establo donde pasan buena parte del invierno, y de aqui a ultimar esos preparativos que las llevarán de viaje a «puerto», donde pasarán agradablemente los próximos cuatro meses.
Me ha encantado escucharos, repasando esos quenaceres que año tras años marcan la temporada y el ir y venir de las épocas del año.
Seguro que por delante nos espera un día maravilloso.